“Tenemos escuálidos infiltrados en los organismos públicos, además tenemos chavistas de la boca para afuera”, es la severa afirmación de Diosdado Cabello al referirse a la guerra solapada que a lo interno de las instituciones se libra entre revolucionarios y quienes, amparados en una especie de chavismo de camisa y tintura, garantizan la perpetuidad del burocratismo, la corrupción, la lógica del capital, expresada en la preservación de una estructura jerárquica ineficiente, cuyo producto palpable es el sabotaje continuo a la gestión pública de la revolución bolivariana. En el ámbito de las instituciones del Estado, es de esperar que la contra revolución posicione sus cuadros o “líderes”, como les gusta llamarse, en cargos que involucren procesos estratégicos con el fin de reestaurar paulatina y silenciosamente el viejo orden, disfrazado y justificado bajo el velo de una supuesta tecnificación, presentada como imprecindible a los fines de “aumentar la producción”, otro de los fetiches favoritos de la pequeña burguesía que usurpa el papel del poder popular en la dirección del aparato productivo nacional. Desclasados en esencia, esbozan elegantemente sus discursos de trasfondo neoliberal, adornándolos con palabras como patria y pueblo, siendo los más descarados, aquellos que se atreven a hablar en nombre de Chávez, mientras tranzan tras bastidores sus cargos de jefatura, sus contratos privados, sus marañas, su sabotaje permanente contra el socialismo, contra la transformación de la economía burguesa en economía socialista y comunal. Se horrorizan cuando se les habla de cualquier cosa que cuestione la ilusoria autoridad que pretenden ejercer, cuando se amenaza su micro poder, sus pequeños feudos burocráticos, se fatigan al escuchar de poder popular obrero, ante lo cual esgrimen penosamente el mito del “analfabetismo productivo”, la falta de preparación y formación de las masas para dirigir los procesos de producción, minimizan los espacios para el debate político, en su defensa fiel a la línea admitiendo que algún día cambiará, mas no mientras ellos se beneficien de ella. Estas características son fundamentales para desmontar, mas allá de las personas, la lógica burguesa que hoy amenaza la irreversibilidad de la revolución bolivariana, en medio de un contexto de profundas contradicciones internas y una guerra económica que encarna todo el odio de la burguesía parasitaria y el capital transnacional hacia el pueblo venezolano, siendo la quinta columna su aliado principal. Solo el retorno eterno al pensamiento y obra del Comandante Chávez nos permitirá trascender, volver a lo que él mismo llamó: el concepto estratégico: la participación protagónica del pueblo organizado, de la clase trabajadora, asumiendo la lucha de clase como una realidad histórica, que nos obliga asimismo a asumir, especialmente a los trabajadores, nuestro rol histórico en la construcción de la Patria Socialista: la gestión directa y democrática del proceso social del trabajo.
Rafael Rodríguez
rodriguezprafaelj@gmail.com
FUENTE: abiayala.com.ve